sábado, 21 de enero de 2012
Señorita, no tiene sarees Yves Saint Loren? (Miss, don't you have Yves Saint Loren sarees?)
Por:
Gabriela A. Arciniegas
Cuando uno va a la India, desde tiempos ancestrales, la tradición es comprar telas y ropas típicas, joyas. En el sur, las sedas son la atracción principal. Comprar sarees sólo por la novelería de dejar que las vendedoras los enrollen a tu alrededor con sus hábiles manos, haciendo todos los pliegues como si fueran planchas humanas, y convirtiendo esos largueros de hermosa tela bordada y/o estampada, en un elegante vestido que sirve para toda ocasión. Perdónenme este lapsus light pero es inevitable rendirse ante el placer de los sentidos cuando se va de compras en el sur de India.
La segunda atracción, las kurtas y los kurtis. Las kurtas son blusas largas que son casi vestidos cortos. Los kurtis son más cortos. Las hay para hombre y para mujer. Para hombre hay unas kurtas elegantísimas y sexys. Y para mujer igual: bordadas, con apliques de lentejuelas, con estampados vistosos. Quedan realmente bien con todo. Por supuesto dentro de la gama de las kurtas hay unos vestidos hermosísimos, con muchos boleros y con sus pantalones compañeros.
Pantalones son la tercera atracción, los hay pegados al cuerpo como leggins, bombachos estilo Alí Babá, los hay de tiro largo que son entre falda y pantalón. Todas las mujeres andan por las calles luciendo sus ropas siempre impecables.
Claro, no podemos olvidarnos de las pashminas que se encuentran en todos los materiales, con diseños fractálicos, bastante útiles para las extranjeras que andan con tops de tirantas y van a entrar a un templo. Los hindúes no admiten que las mujeres anden con los hombros descubiertos. Mucho menos se admiten faldas cortas. Pantalones, vestidos largos, faldas largas, o... sarees es lo que se debe usar para ir a los templos. Lo demás es considerado profano. Una vez en un ashram casi fui apedreada por una mujer curiosamente no india sino claramente europea o norteamericana, porque no sabía que también en ashrams debía seguirse la costumbre de cubrirse los hombros. En fin, las pashminas son las que lo sacan a uno de esos apuros.
Y claro, en joyería tienen unas cosas hermosísimas. Plata y oro y piedras preciosas. Las mujeres consideran el comercio con joyería de oro como una inversión. Compran cuando baja el precio, venden cuando sube. Son acciones que a la vez se pueden usar. Y la ventaja es que nadie roba en el sur de la India. Se puede andar con rubíes y diamantes y perlas por la calle a plena luz del día, no correrán peligro.
Hay que mencionar, claro, que todo se consigue a unos precios extremadamente baratos, menos el oro. Claro, como en todo, hay tiendas más costosas pero todo cuesta tres veces menos de lo que le piden a uno de regreso a casa por una de esas piezas, menos bonitas, menos variadas y a veces de menor calidad. Mucha gente viaja a India para comprar por toneladas y venderle a sus conocidos.
Pero hay gente que cuando viaja no sale de su casa. Quiere seguir comiendo la misma comida que en su casa, tener la misma rutina que en su trabajo, y se escandaliza con cosas a las que no está acostumbrado. Y va a la India desesperado porque no le venden pollo roasted en el mac donalds, porque los restaurantes no le venden sancocho, y si va a una tienda de ropa aspira encontrarse con chaquetas, jeans, camisas, zapatos, todos de marcas occidentales. Y entra en shock si alguien le ofrece algo que no se esté usando en su círculo social. Incluso algunas personas pretenden que hablar en su lengua local es una obligación para todo aquel que se cruce en su camino, y no hacen el esfuerzo por comunicarse en la lengua que se habla en el lugar (al menos el inglés).
Hay algunas de estas personas que fanfarronean de haber estado en Dubai, en Egipto, en toda Europa y en China, pero al hablar con ellas es como si no hubieran salido de su casa. Se siguen repugnando con las diferencias culturales, se siguen burlando de las costumbres que no les fueron inculcadas en su casa, y siguen mirando al otro como un inferior, buscando cualquier disculpa para menospreciarlo.
Por eso viajan sólo en primera clase, van sólo a hoteles de 5 estrellas, se transportan sólo en los taxis del hotel o en autos rentados, van sólo a los almacenes que conocen. Le tienen miedo a la diversidad, a la diferencia. Son como mulas que sólo quieren seguir la misma ruta a su casa.
Nada mejor que la actitud mochilera: viajar en clase turista, pero no comportarse como turista. Ir a cada lugar como si se quisiera vivir ahí, viendo cómo viven las personas, qué es lo que comen, cómo se visten, en qué se entretienen. Como decía Cavafis en su poema Itaca:
"Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo".
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